viernes, 27 de enero de 2017

CHARLA LITERARIA CON: IGNACIO LLORET



Hablar de Ignacio Lloret es hablar de literatura, porque eso es lo que él escribe: buena literatura. Un estilo cuidado buscando la perfección define su modo de escribir.

Conozco a Ignacio hace ya tiempo. Hemos coincidido y hablado en diversas ocasiones: en eventos literarios, en los talleres de creación literaria que imparte, en la presentación de sus libros.
No hace mucho le expuse mi intención de escribir una reseña en mi blog sobre uno de ellos. Sin embargo, él me propuso escribir una entrevista en la que habláramos de todos, en especial de los tres que le caracterizan y le identifican más. Me pareció una excelente idea a la par que un reto literario para mí. Por supuesto, acepté.

¿Cómo es tu día a día literario? Háblame del tiempo que dedicas a la escritura.

Intento escribir todos los días. Para mí no es tan importante la cantidad de horas dedicadas o de páginas escritas como el hecho de escribir cada día. Eso es lo que me mantiene de buen humor. Y aunque es verdad que depende del momento, de si estoy metido o no en un nuevo libro, los últimos años he conseguido enlazarlos de manera que entre la escritura de los mismos no haya apenas solución de continuidad.

Recuerdo una de las primeras veces que hablé con Ignacio. Fue a la salida de una de sus clases. Le comenté mi propósito de leer uno de sus libros a lo que él añadió:

“No, léelos todos”.




Y eso hice, comenzando, como me recomendó, por el último que había escrito entonces: Nosotros como esperanza, libro que leí en muy poco tiempo, dado que su estilo sencillo me atrapó desde el principio y me mantuvo despierta hasta que lo terminé.  En sus obras se aprecia un tono poético, de manera especial en Monocotiledóneas, Tu alma en la orilla y Nosotros como esperanza.

A raíz de lo dicho:

¿Has escrito poesía alguna vez?

Claro que sí. Casi todos los autores de prosa han empezado escribiendo poemas. Otra cosa es publicarlos. Yo ahí sigo la máxima de Vargas Llosa, para quien en cuestión de poesía sólo cabe la excelencia. En cuanto al tono poético, al lenguaje lírico en general, considero que puede haberlo en un relato tanto como en un conjunto de versos. Como dijo Cortázar, no necesito escribir poemas porque mis relatos ya son lo suficientemente poéticos.

Empezamos con Monocotiledóneas, tu primer libro publicado tras Juguetes sin recoger, novela ganadora del premio a la creación literaria Príncipe de Viana 2001. Me gustaría que me contaras un poco acerca de él: ¿Por qué ese título? ¿Cómo surgió? ¿Cuánto tiempo tardaste en escribirlo? ¿Cómo fue su publicación? …

Monocotiledóneas reúne relatos que escribí entre los años 2001 y 2005. Era el título de un cuento anterior a esa época, de un texto que no llegué a incluir en el volumen publicado. Me gustó como título para éste y me sigue gustando, aunque sea una palabra difícil de pronunciar para algunas personas, ja, ja. En cuanto a su escritura, me ocurrió algo parecido a lo que debió de experimentar Rilke con sus Elegías de Duino. Especialmente en unos meses concretos de 2003 y 2004, sufrí un estado de trance creativo. Salía cada mañana a pasear y regresaba a casa con un argumento nuevo, con un cuento nuevo. Hasta entonces no me había sucedido nunca algo así, por lo menos no de manera tan prolongada, tan intensa, tan prolífica. Fue algo magnífico. Habría querido publicar el libro antes, quizá en 2005 o 2006, pero al final no pudo salir hasta el 2008. Dentro de un tiempo me gustaría reeditarlo en un formato que incluyera un audiolibro con algunos de los cuentos.

Tu alma en la orilla es la segunda obra que leí. Captaron mi atención la portada y el título. También lo leí rápidamente, aunque, una vez terminado y transmitida mi opinión al autor, éste me dijo que probara a leerlo en un futuro sin seguir el orden, disfrutando de cada playa por separado. En más de una ocasión le he dicho lo mucho que me gusta. De hecho, yo considero que es el mejor. Esta vez también se lo digo. Me gusta la sencillez con la que lo escribe, la delicadeza en las descripciones y cómo es capaz de trasladarnos a cada una de las playas, en parte porque esas vivencias las hemos tenido todos en algún momento. 

De este último, te pediría que me relataras cómo fue ese proceso de elaboración. Cuéntame un poco más de él. Al igual que Nosotros como esperanza, tiene rasgos biográficos. Imagino que no todo es real. Al principio de cada capítulo, dando paso a cada playa hay una imagen. ¿Son reales esas fotos, es decir, son sacadas por vosotros?

Este libro es fruto de una serie de lecturas previas, sobre todo de Música para camaleones, de Truman Capote, Donde termina el camino, de John Updike, y  Montauk, de Max Frisch, pero también de películas como Dos en la carretera, de Stanley Donen. A partir de una reflexión que hace Capote sobre la mezcla de géneros literarios, se me ocurrió la idea de escribir un híbrido de relato, libro de viajes, poema y ensayo. Se trataba de recurrir a una serie de hechos reales, de datos autobiográficos, de viajes que había hecho con mi mujer a distintos lugares del mundo, para abordar el asunto de las relaciones sentimentales, amorosas. El resultado, del que estoy muy satisfecho, es la historia de una relación de pareja contada a lo largo de 7 años y 20 playas. Una de las conclusiones literarias que extraje de ese libro es que todo es ficción, es decir, que, por mucho que partamos de acontecimientos verídicos, el resultado cuando contamos algo es siempre un artificio, un texto arreglado, y lo es afortunadamente, pues sólo de esa forma puede lograrse la emoción del lector. En cuanto a las fotos, están hechas por mi mujer.

¿De qué forma surgió la idea de Nosotros como esperanza? No hay que olvidar que es autobiográfico. ¿Te costó escribirlo? (No me refiero solo al tiempo, aunque también me interesa). Al fin y al cabo hablas de ti y de tu familia, ahondas en tu vida.

Para la primera versión necesité catorce meses, pero luego, durante varios años, fui modificando cosas, corrigiendo otras, acortando el texto hasta dejarlo en lo esencial. En este caso quería conseguir algo similar a Tu alma en la orilla, es decir, una mezcla de narración y reflexión, pero sobre mi vida en general. No me costó escribirlo en el sentido que mencionas, pues desde el principio tuve claro que no iba a hablar mal de nadie. Y es que no se trataba de eso. Yo quería escoger una serie de recuerdos, de experiencias de las que pudiese extraer reflexiones poéticas, y construir una serie de relatos con ellas. En ningún momento me interesó la vivencia en sí, sino el potencial lírico que pudieran contener.

Dime, si es posible, alguna anécdota o dato curioso al que no hayas hecho alusión con anterioridad y que te ocurriera mientras escribías alguno de los tres libros de los que hemos estado hablando.

No es una anécdota chistosa, sino algo que tiene que ver con esa clase de libros de corte autobiográfico, con su proceso creativo. Cuando se me ocurrió la idea en la que se basa Tu alma en la orilla, decidí que habría 20 playas. Sin embargo, hubo un momento en que me quedé sin material. Había estado en muchas playas en mi vida, pero no con la persona que iba a ser coprotagonista de esa historia. De modo que tuve que insistirle para que fuésemos a descubrir nuevos sitios. Ansioso por avanzar con la escritura del libro respetando al mismo tiempo su clave autobiográfica, le urgía a mi mujer a que saliéramos otra vez de viaje o de excursión, de manera que yo pudiese completar Tu alma en la orilla. Sí, yo era entonces como esos niños pesados que, con la pala, el cubo y el rastrillo en la mano, lloran para que les lleven a la playa de una vez.

Me ha parecido entrañable y he sonreído mientras la contaba.

Me he centrado sobre todo en estos tres libros ya que me has expuesto alguna vez que quieres volver a ellos, a ese estilo, a ese tono narrativo, que te conozcan como escritor por esa manera de escribir. Estaría bien que comentaras algo acerca de esta cuestión.

No reniego de ninguno de mis libros, pero tengo claro que unos, precisamente aquellos que están construidos y estructurados como relatos cortos, me definen mejor como escritor. En ese sentido, siento predilección por los tres que hemos comentado más arriba. Pero tampoco los otros tres, las novelas, son iguales para mí. El hombre selvático, ambientada en la Navarra contemporánea, me gusta especialmente. Es una lástima que no haya tenido más recorrido, quizá porque al principio se editó sólo en formato electrónico. Después de haber publicado en 2016 El puente de Potsdam, voy a regresar en marzo de este año con un libro nuevo y diferente, retomando de ese modo el camino literario que me interesa seguir.

A propósito de El hombre selvático, me interesa saber cómo se te ocurrió la idea y si fue difícil escribir en ese tono cómico que mantiene gran parte de la novela, tono que contrasta con la parte más profunda y poética protagonizada por Albin.

Yo quería escribir una novela sobre la Navarra del siglo XXI. Para entonces ya conocía un poco esta tierra y también algo de su mundo industrial. Entonces se me ocurrió esa especie de comedia seria ambientada en una fábrica. Esa parte y ese tono salieron solos, pero estaba claro que no bastaban para una novela. Había que crear un contrapunto que diese profundidad a la historia, y así surgió la parte del antropólogo Andreas Albin. En cuanto a la parte del programa de radio, me sirvió, por un lado, de correa de transmisión entre ambas secciones y, por otro, de estribillo global, pues aporta al libro el ritmo musical de balada que yo quería conseguir.

¿Te gusta escribir con música o prefieres el silencio?

No me imagino otra forma de escribir que en silencio. Desconfía de los autores que te digan que pueden hacerlo con música, a menos que sea clásica o instrumental.

¿Qué autores te han marcado o influenciado a lo largo de todos estos años? ¿Cuáles siguen haciéndolo?

Hoy, después de haber leído miles de libros, ya son un centenar los autores que me han marcado. Si tuviese que quedarme con unos cuantos, mencionaría a Grossman, Solzhenitsyn, Alexievich, Pavese, Ginzburg, Sebald, Rilke, Updike, Lispector, Capote, Cather, Coetzee, Pla y Kundera.

Y ya para finalizar: a lo largo de la entrevista has dicho que en marzo tendrás nuevo libro.  ¿Cómo son los meses, las semanas, los días previos? ¿Qué sientes cuando ya lo tienes en tus manos?

Los meses previos están dedicados a la corrección del texto y al diseño del libro en colaboración con mi editora. Hay un momento en que ya no caben modificaciones, por lo menos en la primera edición. Cualquier escritor podría hacerlas hasta el infinito. Lo importante es conseguir una versión que funcione en el sentido de que sea legible y satisfaga al autor. En cuanto a mi estado de ánimo durante esos periodos, es una ansiedad que termina en alegría cuando ya tengo un ejemplar en las manos. Entonces soy muy feliz.


Y después de esta grata charla literaria, nos despedimos. Siempre es un placer hablar con Ignacio Lloret de literatura. Hoy, con mayor razón, ya que he tenido la oportunidad de conocer más a fondo lo que hay detrás de su obra. Le agradezco su tiempo y dedicación. Él también me da las gracias.

A partir de ahora, hay que esperar a que llegue marzo. Mientras tanto, podemos disfrutar de todo lo que ha escrito hasta ahora y de todo lo que ha contado en esta entrevista.


sábado, 14 de enero de 2017

EN EL CORAZÓN DE "OFIDIA".



RESEÑA DE: "MAL TRAGO."

AUTOR: CARLOS BASSAS DEL REY.


GÉNERO: NOVELA NEGRA.



“Un viaje a Ofidia es un viaje a la crueldad de la España más oscura. Y no hay mejor guía para ese viaje que Herodoto Corominas, un policía contemporáneo que huele a clásico.”
                                                                                                                                      Alexis Ravelo.
                                                                                                     (Extraído de la contraportada del libro)


Hace apenas cinco minutos que he terminado Mal trago de Carlos Bassas del Rey, pero aún estoy en Ofidia. Todavía sigo paseando por sus calles y por los sentimientos de cada uno de los personajes. A su vez, descubro que la vida, mi vida, tal vez no dista tanto de la de ellos. Del contenido de las páginas de este libro, de lo escrito por el autor.

    He tardado dos días en leerlo aunque lo empecé hace más de dos semanas. No había acabado el año cuando a través de un mensaje le dije a Carlos que me ponía con él. Me deseó un buen viaje por Ofidia, yo le contesté que iba a ser un viaje corto. Las primeras hojas se perdieron entre celebraciones de fin de año y vuelta a la rutina anual. Tardé en retomarlo, el tiempo se convierte en la excusa perfecta para retrasar las cosas. Entonces, entré en la ciudad y ya no supe cómo salir. No quise hacerlo hasta el cierre.
Lo he acabado y no sé qué decir.
Han enmudecido las palabras.
Se han apoderado de mí los sentimientos. Divago, retraso el momento. 
No lo alargaré más, 
No puedo, no debo.

     Brutal el principio y brutal el final. Tengo la suerte de conocer a Carlos Bassas personalmente y de haber asistido a uno de los talleres de escritura que imparte. Gracias a eso he tenido la fortuna de conocer este libro y de disfrutar con su lectura. Recuerdo que cuando lo publicó le comenté mi intención de leerlo. Lo abrió, me mostró la primera página y soltó:

-Léela, un párrafo puede ser suficiente para saber si te va a gustar un libro.

No ha sido la única vez que lo ha dicho.
Y lo hice. Y me gustó. Me gustó su estilo sencillo, su manera de expresar las cosas sin extenderse demasiado. Pero, claro, solo era un párrafo y aunque lo  dije con convencimiento entonces, sabiendo que no me iba a decepcionar, después pensé que a lo mejor me había precipitado.
No fue así.
Me atrajo la curiosidad, quise leer para confirmar sus enseñanzas. Y entonces leí, confirmé y no quise parar.
Está escrito con un lenguaje claro, directo, sin divagaciones ni recovecos que llevan a una historia sin fin. No hay descripciones largas ni abusa de los adjetivos. Va al grano todo el rato. Dispara cada frase, cada palabra. Las separa, son como pequeñas píldoras que suelta y forman un todo, el conjunto de esa explicación que quien está leyendo imagina y comprende sin que se lo dejen mascado.
Y cada impacto de bala duele. 
Le duele a Hero, a su mujer a su hijo, al amigo, al compañero. Me duele a mí, lectora que ha deglutido cada frase, cada párrafo con avidez, con ganas de más. Me he sentido parte de ese mundo, de esa ciudad con la que me he identificado y de la que en ocasiones he querido escapar, volver a la rutina que me envuelve y me pertenece y cuya trayectoria depende de mí. He tenido miedo de parecerme demasiado a sus habitantes. Son muchas las sensaciones que me han acompañado y continúan haciéndolo mientras tecleo.

    He escuchado decir al autor varias veces lo importante que es dar nombre al personaje principal. Ese con el que se va a convivir durante largo tiempo mientras se construye la historia. Ese que el lector va a recordar después. Un personaje que no existe mientras no tenga nombre que lo identifique. Son verosímiles. Tienen cosas buenas y malas, imperfecciones, problemas, alegrías e instantes tristes. 
Como tenemos todas las  personas en esta vida. 

   Hay mucho de él en esta obra, quizás no de manera directa. En todas las novelas está impresa la marca del escritor, aunque haya quien se niegue a decirlo.
Me ha impactado esa habilidad de exponer algo de manera brusca y continuar con un párrafo delicado, sutil, con tono poético para terminar con “una patada inesperada en los testículos” tal y como lo escribe más de una vez a lo largo del libro.

    Intuyo que hay muchas cosas detrás del comportamiento del inspector Herodoto que me he perdido y que seguramente encontraré en las anteriores entregas de la saga del inspector Corominas.  Es verdad que se pueden leer por separado, no afecta a la historia pero yo quiero saberlo todo, entenderlo todo. 

   A Carlos  le gusta poner a algunos de sus personajes nombre de amigos, escritores muchos de ellos. No es el único, es una práctica común en muchos autores.
Detrás de “Mal trago”, hay muchas horas de trabajo duro, de investigación, de desvelos en la madrugada con una idea nueva. Meses de documentación y hojas de papel en las plasma la estructura de la historia. Todo bien enraizado, con contundencia, para que a la hora de la construcción, no haya fisuras. No haya nada que la desmorone.

Mientras leía he ido apuntando frases, expresiones que no quería perder de vista. Párrafos que me han llamado la atención. He llenado el libro de post-it de colores, de señales que releer de vez en cuando.

¿Qué pasa, cariño? -indagó Laura con la delicadeza de la abeja que roba polen.” Yo quiero escribir así, pensé después de haber leído esto.

Desde mi punto de vista hay más de una trama concentrada en un mismo hilo conductor. Trayectorias paralelas y similares. Las dos caras de una misma moneda: Herodoto. Se enfrenta a un caso profesional a la par que a sus miedos internos, a su vida, a su entorno. Y lo retrasa, intenta no hablar de ello ya que aquello que no se menciona parece que no sucede.
En la novela se abordan muchos temas: el amor, las relaciones entre padres e hijos,  la soledad, la fidelidad al amigo de toda la vida, al que siempre ha estado ahí. El mismo que estará al lado cuando todo termine.

"Ninguno merecía pasar solo ese mal trago."
 "Eso es la vida" pensó Corominas.
Un maldito mal trago.
                                                                      (Mal trago: Carlos Bassas del Rey)



Llega la hora de abandonar Ofidia y volver al camino que guían mis pasos.
De cerrar el libro y colocarlo en la estantería no sin antes hacer una muesca en la mente que me recuerde que he estado allí.
Para no olvidar la sensación un instante antes del punto final.
Los ojos brillantes.
Dos palabras en mi boca:



¡QUIERO MÁS!


jueves, 5 de enero de 2017

UNA SONRISA DE COLORES


Hoy hace mucho frío en Pamplona. Las previsiones dicen que la madrugada va a ser gélida. El tiempo invita a quedarse en el sofá, con una manta y una buena lectura o película. Sin embargo, es cinco de enero, tarde de cabalgatas y miradas brillantes de niños a su paso. Noche de emociones y e insomnio esperando la llegada de los Reyes.
Recuerdo aquellos días de mi infancia en que los nervios se apoderaban de mi hermana y de mí. Cuidábamos todos los detalles. No había árbol de Navidad en aquella época en casas. Poníamos los zapatos en la puerta del balcón y  la dejábamos sin cerrar para que los Reyes pudieran entrar. Cuando se marchaban la dejaban cerrada. Por supuesto, no faltaba un cuenco de leche y unas galletas. En una ocasión, nos olvidamos de dejarla abierta y nos dejaron los regalos en aquel balcón del séptimo piso. Más de una vez nos preguntamos cómo podían subir hasta allí, pero el hecho de que fueran magos nos daba la respuesta.

balls, bow, boxes
Imagen de: Pexels.com
Hace dieciocho años, estaba en esta misma casa con mi hija, que entonces tenía cinco meses. Estábamos solas. Alberto tenía que trabajar. Entonces había una cabalgata en el barrio. Recuerdo que aquel año los Reyes iban a caballo. No había mucha gente y yo podía verla desde la ventana de la habitación. No se por qué, pero apagué la luz y me acerqué a la ventana con mi hija en brazos para ver pasar a los Reyes. Estaba emocionada, viviendo una situación a la que no estaba acostumbra, acompañada de una personita que hacía que viera las cosas de otra manera. Esperaba expectante. El momento no se hizo esperar y antes de que me diera cuenta los Reyes magos estaban pasando por debajo de mi ventana. Yo los miraba sin atreverme a abrir la ventana para que no me vieran. No obstante, Gaspar levantó la vista y me vio, se llevó la mano a la boca y nos lanzó un beso. Desde aquel instante fue nuestro rey favorito. Sonrío al pensarlo. La de veces que le he contado la historia a Lurdes. Hoy mucha gente vivirá esta noche a través de la mirada de sus pequeños.

Mi prima Nekane que apenas se ha estrenado en la aventura de ser madre transmitirá su emoción a Ian que con apenas dos meses todavía no puede disfrutar de las navidades. Será ella quien dentro de unos años le cuente todo lo que él no recordará y ella no podrá olvidar.

¿Quién no ha tenido vivencias iguales o parecidas?


Para mi amiga Fany, todos los días tienen un carácter especial. Hugo, su nietecito de dos años le arranca una sonrisa cada día. No importa lo cansada que esté, ni lo duro que haya sido ese día. Sabe que al entrar por la puerta le esperan las caricias y los besos de Hugo, fuente inagotable de cariño recíproco.
Hoy no puede ser menos. Dentro de un rato, cuanto estén los dos en la cabalgata, mi amiga rememorará cuando de pequeña recibía la llegada de los Reyes Magos con su hermano. Pensará en esa foto en la cual están juntos con sombreros mejicanos jugando con camiones.

La imagen puede contener: una o varias personas, personas durmiendo, anillo, primer plano e interior
Imagen extraída del Facebook de Fany Bm.
Quizá esta noche, después de la cabalgata, Hugo se siente en su regazo y le diga:
-¡Cuéntame un cuento, Abuelita!
-¿Ahora?
-Si, ahora, dirá él. Un cuento bonito. ¿A ti te contaban cuentos?
-No, yo leía muchos. Mi abuelo me preguntaba siempre por qué leía tanto.
Supongo que al decirle eso, se acordará de su abuelo y habrá emoción en su voz. Por mi parte yo la imagino narrando historias a su familia.
Su relato comenzará así:
-Había una vez un niño que pintaba la sonrisa de colores a su abuela…¡
Al terminar, Hugo se irá y regresará con sus pinturas. Volverá a sentarse encima de su abuela.

-¿Qué vas a hacer, cariño? -preguntará Fany.
-Pintarte la sonrisa de colorines, como ese niño.
Abrazará al pequeño y le llenará la carita de besos con los ojos brillantes.

Si damos un paseo por nuestros recuerdos seguro que todos tenemos alguno relacionado con la noche de Reyes. Una noche especial y mágica para los más pequeños y también para los que no lo son tanto. 
Todos tenemos instantes entrañables de los que acordarnos de vez en cuando y que son mirados con una perspectiva distinta, cada uno la suya.

No es importante la cantidad ni la calidad de los regalos, en algunos casos no los habrá. El detalle más insignificante para unos se convierte en el más valioso para otros. Las cosas pequeñas se convierten a menudo en las más grandes.

Lo que de verdad vale la pena es aquello que compartimos y disfrutamos al máximo.
Hay que hacerlo sin demora. Puede que a corto plazo no haya ocasión.


Las navidades tocan a su fin. La vuelta a la normalidad nos espera, pero antes, traspasemos el espejo como Alicia y volvamos a la inocencia de nuestra niñez.

miércoles, 4 de enero de 2017

UN DÍA NORMAL CON UN TINTE ESPECIAL

Llevamos cuatro días del nuevo año y todo sigue igual. Es normal, nada cambia de la noche a la mañana, ni en dos semanas y con toda probabilidad tampoco será muy diferente en los próximos meses. Siempre al finalizar diciembre nos marcamos unas metas a las que llegar durante los siguientes doce meses. Suelen ser conocidos como propósitos de año nuevo.

  

Miramos al frente y ahí están. Propósitos que de manera férrea vamos a realizar.

Casi siempre son los mismos porque los empezamos y no terminamos de realizarlos. Nos falta fuerza de voluntad. Nos dejamos llevar y seguimos con nuestra rutina para no salir de la zona de confort.

O tal vez no. Quizá hay también gente que no quiera modificar nada.

De todas formas, es pronto. Todavía estamos sumergidos en la vorágine de las compras navideñas, en ese frenético ritmo que continua hasta el 5 de Enero. El 6 todo habrá terminado, volveremos a la normalidad y ahí realmente comenzará el nuevo año.

Ayer me desperté de madrugada, de repente y con una sensación rara. En ocasiones me ocurre. Volví a cerrar los ojos pero no hubo manera. Me levanté a escribir un rato ya que había varias ideas que rondaban por mi cabeza y sabía que si no las plasmaba en ese momento, se me habrían olvidado al amanecer.

No hubo suerte, para cuando encendí el ordenador todo aquello que había pensado ya no estaba en mi mente.

Todos los regalos que aún me quedaban por comprar, sí.
Cada principio de enero es idéntico. Aunque se que es mejor ir comprando poco a poco, acabo saturada de tiendas, artículos y gente porque a la mayoría le pasa lo mismo que a mí y todos acabamos en los mismos lugares.

Free stock photo of city, people, walking, blurApagué el ordenador y me fui a dormir de nuevo. Tenía la sensación de acabar de dormirme cuando ha sonado el despertador. Me he levantado temprano y he ido a despertar a mi hija que iba a venir conmigo. Había que aprovechar la mañana y sobre todo evitar las aglomeraciones. Cada vez las aguanto menos. No importa lo pronto que vayas a un centro comercial o a una tienda que siempre hay alguien que ha madrugado más que tú. Y entonces piensas que tenías que haber salido de casa antes pero seguro que ese otro también lo habría hecho.

En ese momento, entras en un bucle de pensamientos y de tiempo.

Por fortuna vivo en una ciudad pequeña. En ocasiones me pregunto qué sería de mí en una ciudad mucho más grande.

Mientras preparaba el desayuno, oí el sonido de la persiana de la habitación de mi hija y a continuación:
-¡Estás loca!, ¿has mirado por la ventana?.
No he contestado, he seguido con lo que estaba haciendo.
Haciendo aspavientos ha entrado en la cocina.
-¡A quién se le ocurre salir tan pronto! ¡No hay vida en la calle aún, solo niebla que es como una nube de humo que se rompe contra mi ventana!
Se ha despertado ingeniosa, he dicho para mis adentros. La he mirado y me ha dado la risa.
-¿Para qué hay que ir tan temprano, eh?, a ver: ¿para qué?

Eran las 9 y media de la mañana. Para ella, de madrugada casi, para todos los demás una hora normal.

Hemos desayunado y nos hemos marchado.

Ha sido una buena mañana. No ha sido provechosa porque apenas hemos comprado nada pero el compartir ese rato juntas ha estado muy bien. Hacía tiempo que no hacíamos algo las dos. Con dieciocho años es normal no ir con tu madre a los sitios. Hace años nos íbamos “de chicas muy a menudo y compartíamos tardes, conversaciones y secretitos.
Ahora ya menos.

-¿Vas a hablar de mí en el próximo relato? – ha preguntado hace un rato antes de irse a la cama.
-Sí, ya he comenzado a escribirlo.
-Termínalo que quiero leerlo. No sueles mencionarme en ellos.
-No te gusta que lo haga.
-Hoy sí. ¿Vas a acabarlo conmigo haciendo una pregunta cómo acabaste el del cumpleaños de papá?

En ese momento me he dado cuenta de que lee todo lo que escribo aunque diga que no y me he sentido muy orgullosa.
-Ha estado bien madrugar -ha dicho. He aprovechado el día. ¿Quieres que te acompañe otra vez mañana? Hay que comprar el regalo de papá.
-Lo hemos pasado bien hoy, ¿verdad? -he preguntado.
-Sí, muy bien -ha respondido con una sonrisa.
No es habitual verla sonreir.

Me ha dado un beso de buenas noches y se ha ido a la cama.

Yo no, tenía algo que terminar.