martes, 28 de febrero de 2017

VENGANZA A TRAVÉS DEL TIEMPO. RESEÑA DE: "LA CONDESA MUERTA". EBA MARTÍN MUÑOZ



TÍTULO: LA CONDESA MUERTA

AUTORA: EBA MARTÍN MUÑOZ

GÉNERO: THRILLER SOBRENATURAL


SINOPSIS: Una mujer de época casada con un conde sanguinario. Un extraño asesinato en un hotel de Nápoles, que dará comienzo a una espiral de misteriosos asesinatos. Dos tramas, aparentemente inconexas, que se revelarán como una sola.
Misterio, sorpresa y ficción sobrenatural se unirán en esta trepidante novela negra que te cautivará.




Hace ya unos días que terminé de leer “La Condesa muerta” de Eba Martín Muñoz y a pesar de ello, la historia permanece con claridad en mi mente. No será fácil olvidar todo lo que encierra esta novela que, aunque corta, es muy intensa.

Una vez terminada me puse en contacto con la autora. Me gusta hacerlo, expresar mi opinión, decirles aquello que no escribiré para no contar más de lo debido y fomentar que lo leáis y percibáis aquello que he sentido yo.

Me encanta hablar con Eba. Ella suele decir que cuando charlamos siente como un chute de adrenalina. A mí me pasa lo mismo. Es un placer cambiar impresiones con ella sobre sus libros, la vida, los autores con los que se identifica y le han marcado y en especial sobre su estilo literario.

La condesa muerta es una novela corta, un thriller sobrenatural con un ritmo vertiginoso que te hace desde el principio estar absorta en la lectura. Una vez que la empecé no quise parar. Me daba miedo interrumpir la lectura. Me asustaba perder ese ritmo. No ser capaz de recuperarlo a mi vuelta. Durante el tiempo que el libro estuvo apartado de mis manos, la condesa y su historia se instalaron en mi mente e intenté imaginar la continuación e incluso el final a sabiendas que no iba a terminar según mi intuición ya que esta escritora tiene la capacidad de sorprender e invertir las situaciones previsibles para convertirlas en algo completamente impredecible.

- Me ha gustado, pero es completamente distinta de Seres Malditos- le dije
- ¡Menos mal!, -contestó ella. - Si no fuera así en algo me habría equivocado. De eso se trataba, de escribir algo completamente diferente.

Y lo ha logrado y con éxito en mi opinión. Es cierto que al principio me sorprendió ya que estaba habituada a Seres malditos, a historias más largas, a más personajes…

Esta obra no es igual, tiene un género distinto.
En ocasiones, intentamos encontrar una explicación a todo lo que leemos.
No siempre es posible, en la vida tampoco. Entonces, hay que dejar de buscar.

Hay que dejarse llevar…
Y una vez que lo haces, disfrutar.

Es una novela con muchos ingredientes, tiene amor, odio, escenas duras y sobre todo, venganza. Una venganza que traspasa el tiempo, avanza a través de las épocas. Eba es una maestra a la hora de describir. Sus descripciones son muy visuales y consigue el efecto que pretende: que el lector se introduzca en ellas y sea capaz incluso de vivirlas, de hallarse dentro de ese marco, dentro del libro. 

Hace que se olvide de que lo está leyendo.

Y consigue esa emoción porque transmite lo que ella siente al escribir. Más de una vez ha dicho que ha llorado o que ha sufrido escribiendo un capítulo. Al leerlo sentimos lo mismo. Cuando alguien le dice que ha sentido rabia en un determinado momento, ella sabe a qué momento se refiere sin necesidad de que la persona se lo diga.

Hay momentos muy cruentos en la novela, pero como ella muy bien dice: “la vida es así”.  Y es verdad, vivimos situaciones buenas y malas, instantes felices y otros que no lo son tanto y vemos imágenes muy duras que incluso en ocasiones pueden llegar a ser desagradables. El hecho de que a menudo apartemos la vista no hace que sean menos reales. En un libro pasa lo mismo.

He estado en vilo todo el tiempo, intentando descifrar el final, imaginando que iba a suceder. En el caso de los libros, la ficción acostumbra a superar a la imaginación del lector, si bien hay veces que son tan predecibles que nos desilusionamos cuando terminan. Este no es el caso.

Eba tiene una forma de escribir que hace que se la reconozca con independencia de lo que esté narrando y el género que elija. Maneja a la perfección los saltos en el tiempo, algo que no es fácil, en especial aquí puesto que se mueve en dos épocas con una diferencia de 300 años. Al final son dos tramas que confluyen en una y se va viendo la evolución de los personajes, sobre todo el de la época actual. Le va cambiando el carácter de acuerdo a los acontecimientos.

En ciertos párrafos se advierte un tono poético, en ocasiones lacónico, que da belleza a la escritura.

“Sus lenguas intercambiaron un diálogo silencioso de sensaciones e ideas”.
                                               “La condesa muerta: Eba Martin Muñoz”.

En nuestra conversación le pregunté cómo había surgido la idea de “La condesa muerta”. Me contó que durante un tiempo no pudo escribir debido a un percance que sufrió en una mano, tiempo que aprovechó para leer. En uno de los libros vio la imagen de una mano cortada. Dicha imagen se le quedó grabada y no dejó de darle vueltas. 

Según sus propias palabras: “se me encendió una lucecita. Aquella noche soñé con esa mano estrangulando a alguien y supe que era el principio de la novela”. Dos días después y tras consultarlo con sus seguidores de las redes sociales, a los que preguntó si debía sacarse esa espinita de la novela antes de comenzar con la tercera parte de la saga de Seres malditos, comenzó a escribirla.

Eba me comento que no hace esquemas, ni planifica antes en una hoja de papel lo que va a escribir. Tiene la historia en su mente y va surgiendo conforme va avanzando en la escritura. Me sorprendió ya que generalmente los escritores con los que he hablado me han dicho que pasan mucho tiempo construyendo las tramas, ramificaciones, personajes…

En este caso se trataba de una novela corta pero la saga no lo es y es complicado hilar fino cuando hay tantos personajes con vidas e historias diferentes. Ella apunta según escribe y escribe imaginando. Por lo general le basta con un par de líneas de cada capítulo que ha escrito a modo de resumen para seguir con el siguiente.

No siempre siguen el orden con el que los escribe en un principio. A veces, cuando lo lee de nuevo se da cuenta de que algo no funciona y lo cambia. Otras veces añade algún capítulo y lo intercala en los ya escritos.

Conforme iba leyendo, más intrigada e involucrada estaba, quería saberlo todo.

Quería entenderlo todo y al mismo tiempo me asustaba hacerlo.

El tiempo pasaba sin que yo me diera cuenta. Apuraba los minutos. ¡Un poco más, un poco más!, decía. No quería que llegara la noche. El silencio cuando lees determinados libros es inquietante y los pequeños ruidos demasiado sonoros.

Se aprecia como siempre esa sencillez que consigue con una prosa elaborada. Que un texto sea fácil de leer conlleva muchas horas de trabajo, de selección de las palabras adecuadas. No es tan fácil como se puede llegar a creer. No abusa de los adjetivos. Eso ralentizaría el ritmo. Y ella lo mantiene desde el principio hasta el final. No es algo sencillo de conseguir.

“Quizás ser madre consistía precisamente en eso: sentir que tu corazón se lo lleva tu hijo, y tú te quedas con un pecho vació de latidos, lleno de nada”
                                                                La Condesa Muerta: Eba Martín Muñoz.

Reconoce la influencia de autores como: Edgar Allan Poe, Lovecraft o Stephen King a los que rinde un pequeño homenaje en esta obra.

Habrá que esperar todavía un poco para degustar la siguiente entrega de “Seres Malditos”. Mientras tanto iremos haciendo apetito con esta intrigante novela.

¿Todavía no has leído La condesa muerta?
¿Y a qué esperas?


viernes, 24 de febrero de 2017

HOY NO ES SAN VALENTÍN Y TAMBIÉN TE QUIERO



A veces cuando no estoy en casa te imagino junto a la ventana siguiendo con la mirada las nubes. Te veo intuyendo en sus formas los personajes que conforman una historia, tal vez la nuestra. Yo también miro por ella cuando tú no estás, pero me fijo en el parque vacío que hay en frente y me doy cuenta de que mientras todo cambia a nuestro alrededor, nosotros seguimos igual. Donde antes había niños jugando, ahora hay adolescentes que se sientan alrededor de los columpios y jóvenes enamorados declarándose un amor eterno que olvidarán con el tiempo. Tal vez no lo hagan y dentro de muchos años estén paseando por ese mismo lugar rememorando con nostalgia tantos años el uno al lado del otro. Tú y yo comenzamos en otro barrio, sentados en otro parque. El escenario ha ido cambiando y aunque los actores son los mismos al igual que la obra, cada representación es diferente.  Siempre hay algún matiz, alguna improvisación que la hace especial.  Ha ido in crescendo a lo largo de las décadas.
  
No hacemos muchas cosas juntos últimamente. La rutina diaria nos lo impide. Tú estás a lo tuyo y yo a lo mío. Cuando me propusiste que fuéramos un día a correr juntos me callé y estuve pensando que excusa darte ya que correr no es una de las cosas que más me gusta. Sin embargo, me alegro de haber aceptado. 
Ya era de noche cuando hemos salido a pesar de no ser tarde. Me ha gustado mirarte bajo la luz tenue de las farolas. Hemos comenzado por el terreno de hierba que hay detrás de los edificios. Apenas se veía. Te he dicho que debíamos tener cuidado con las raíces de los árboles. A menudo nos hemos tropezado con ellas de día. Tú me has contestado que levantara bien los pies. He empezado a correr levantando mucho las rodillas, me has imitado y nos hemos reído del aspecto tan cómico que teníamos. Nuestro recorrido ha seguido por un camino de cemento que se iluminaba a nuestro paso. Estaba contenta de ir a tu lado aunque no lo haya expresado. En más de una ocasión me has dicho lo orgulloso que vas conmigo y yo me he avergonzado de no sentir lo mismo. Esta tarde sí lo he sentido.


Hace unos días fue catorce de febrero. Al principio lo celebrábamos. Lo hacías por mí. A ti nunca te ha gustado que te digan cuando me tienes que querer y regalar algo.  La publicidad en televisión y los escaparates decorados con corazones hace que parezca que solo en esa fecha está permitido decir: Te quiero. Con veinte años lo esperaba con ilusión. Ahora ya no siento la necesidad de hacer algo distinto. Un beso a medianoche acompañado de un: “feliz día de enamorados” es suficiente. Las flores no son especiales ese día. Cualquier otro, tienen mucho más significado. En clase de poesía nadie leyó un poema de amor. Nadie había escrito uno, yo tampoco. 






Y mientras iba pensando, Antonio Orozco me susurraba al oído: “hoy será, sabes que hoy será”. En ese momento me has hablado y me he dado cuenta de que yo seguía sin haciendo las cosas por mi cuenta. Entonces, he apagado la radio.



Unos meses atrás también salimos a correr. Era temprano, había dormido mal esa noche y me había despertado de muy mal humor. Me preguntaste varias veces si estaba bien y yo contesté que sí. Insististe varias veces, pero yo no contesté. Solo quería correr hasta no poder más.  No quería hablar ni que me hablaras. Me molestabas tú y me molestaba el ruido de los coches que pasaban, incluso mis pensamientos eran molestos. Al poco rato me paré, no aguantaba más. Me ahogaba. Me diste la mano y regresamos andando. Cuando no dices nada, lo dices todo. 

Hoy no hemos andado.

Hoy hemos reído y disfrutado de ese rato juntos olvidando todo lo demás. Ha sido íntimo. Solo de los dos y para los dos.

Al llegar a casa, antes de cerrar la puerta, te he mirado y tras darte un beso en los labios he pensado:

“Hoy no es San Valentín y también te quiero”.

No te lo he dicho entonces.

Te lo escribo ahora. 

lunes, 13 de febrero de 2017

EMOCIÓN Y POESÍA EN EL MUSEO OTEIZA. RECITAL DEL COLECTIVO DE POETAS HITZUNE EN HOMENAJE A JORGE OTEIZA



Sábado 11 de febrero de 2017.

No es un sábado cualquiera. Para la mayoría de la gente quizás si lo sea. Para el colectivo de poetas Hitzune no lo es. Llevan tiempo preparando un homenaje a Jorge Oteiza con motivo del 25 aniversario de la publicación del poemario Itziar elegía y otros poemas en 1992, meses después del fallecimiento de Itziar, su esposa y donde esta recogido "Itziar elegía" poema dedicado a su memoria.



Han dedicado muchas horas a prepararlo todo. Cada uno ha creado un poema para la ocasión, dedicado al artista, evocando su persona, su arte, su vida y su amor por Itziar. Han cuidado cada detalle. Tiene que salir perfecto. Por supuesto el lugar elegido es el Museo Oteiza, el que tenía que ser.

Imagen extraída de Internet.



Se acerca la hora: 12 del mediodía. No es la “hora bruja” pero sí es mágica, el contexto lo es, lo que va a suceder allí también va a contribuir a ello.








Es la primera vez que voy al museo, el lugar es precioso, el paisaje que se ve desde allí lo es aún más. El invierno se deja ver en los picos nevados de los montes más altos y alejados. La higa de Monreal majestuosa al fondo nos saluda con su txapela blanca. Me alegro de que no llueva, de que no haga viento, de que el tiempo nos conceda una pequeña tregua. Tan solo faltan unos rayos de sol.

¡Todo no puede ser perfecto!

Dentro hay mucha gente. Busco un sitio donde sentarme y tener buena visión. No puede ser primera fila pero no importa. Lo importante es escuchar. Hablo con alguno de los poetas allí reunidos y que entrarán en escena en unos momentos.
Nervios, ilusión, últimas pinceladas. Cada uno ocupa su sitio. Ya está todo dispuesto y el evento debe comenzar.

Una suave música inunda el espacio.

¡ITZIAR ELEGÍA!

¡ITZIAR ELEGÍA!

¡ITZIAR ELEGÍA!... Claman los poetas y en ese momento el espíritu de Oteiza unido a Itziar se despliega y recala en cada uno de los que estamos ahí.

Desde diversos lugares del museo se declama el texto del autor, en euskera y castellano. La emoción se apodera de mí, de nosotros. Son bellos los versos, tristes, tangibles en su memoria, son hermosas esas letras escritas para permanecer ahí por siempre, para que él no olvide, para que nadie lo haga.

Me dejo llevar por el sonido de la voz, por el sentimiento de lo allí declamado, por mis propios recuerdos. Deseo que algún día alguien piense en mí con esa intensidad cuando me vaya.

Ahora, mientras lo escribo, la emoción vuelve a mí rememorando todo lo que allí ocurrió.

Silencio absoluto, atención absoluta.

Nadie quiere perderse nada. 

  “…abatida cae tu cabeza
en la almohada en la tierra en la madera
    caminan colegios vacíos flores
flores ya muertas sobre los muertos
    de la tierra recién abierta cae alguna piedra
me ponen unas flores en la mano que dejo caer
    cruz doble de madera he puesto
con tu nombre y el mío unidos
    las palabras saben que vamos a morir
yo no sabía qué era la muerte…”
                                         (Jorge Oteiza: Itziar elegía)

Después de escucharlo lo he leído en casa, despacio, más de una vez. En la memoria  la voz de los poetas. En mi interior el sentimiento de un poema que va más allá de la vida, que no se queda en la muerte, que permanece, que es infinito.

“último día de 1991
la ha besado la muerte
                        baja en su rostro
                        lentamente de Dios una lágrima
                        de sufriente infinita dulzura
                                                   (Jorge Oteiza: Itziar elegía)

Con versos finales de “Itziar elegía” termina la primera parte del recital. A continuación, el homenaje de los integrantes de Hitzune con los poemas que han compuesto para la ocasión.

Antes de leer su poema cada uno hace alusión a Jorge Oteiza Después recitan lo que han escrito, aquello dedicado a él y que vamos a disfrutar nosotros en persona. Declaman con dulzura, con fuerza, con cariño. Cada uno en su estilo. Es grande el sentimiento. Miro a Alberto que está sentado a mi lado. Le brillan los ojos, intuyo que a mí también.

Es difícil describir con palabras lo acontecido, lo que se lee entre líneas. Complicado es transcribir el sentimiento de un instante. 

Siguen captando nuestra atención, lo han hecho desde el primer minuto. Escuchamos con deleite a María Cano García,  José Luis Iriarte Madurga, Isabel Rivas Etxaniz, Mikel Sanz Tirapu, Matxalen Bezos Arketa, Carmen del Río Bravo, Pedro Rodríguez Rojo Itziar Ancín, Ana Jaka García, Izaskun Gracia Quintana, Teresa Ramos Rabasa, Silvia Marambio-Catán, Isabel Hualde y Iosu Moracho Cortés, último en declamar y que pone el punto final al recital homenaje con un emotivo poema.

Todos han sido bellos, han estado llenos de matices y nos dejan sin saber que decir.

No hace falta, el largo y sonoro aplauso cuenta lo que no se dice. 

Agradecen nuestro cariño y presencia. Nosotros todo: su esfuerzo, su dedicación, esos momentos entrañables que nos han regalado, esa sensación que nos ha invadido por dentro y va a tardar en salir.

Sobra todo lo demás.


En ocasiones, hay que dejar que las palabras salgan poco a poco. A lo mejor no tienen que salir, tienen que quedarse en nuestra mente, en el instante pasado en la mejor compañía. Ese instante protagonizado por la poesía y el arte.