martes, 6 de junio de 2017

UN REFUGIO POÉTICO PARA LOS MARTES.


Hace tiempo que los martes no son un día de la semana más. Hace tiempo que se han convertido en ese día especial que encierra un momento diferente, un lugar distinto, una gente única.

Han pasado casi dos años desde que vi en la programación del Civivox para aquel otoño un taller de poesía. Y ha pasado todo ese tiempo desde que decidí apuntarme para refrescar todos aquellos versos que un día estuvieron en mi mente.

Entré tímidamente, casi de puntillas, uniendo sentimiento con pudor, temiendo el momento de recitar uno de mis poemas, pero con ganas de aprender, de caer y volver a levantarme, de rectificar los errores y de aceptar con humildad los fallos.

Hace ya mucho que dejó de ser un taller para convertirse en un refugio, nuestro refugio de letras, 

El refugio de los martes. Un hogar donde se hermanan las palabras, las personas, las emociones…

Sobre todo: las personas.

Durante este trayecto unos se han apeado en alguna estación y otros se han subido. Algunos se bajaron y se volvieron a reenganchar. Sin embargo, nadie ha quedado en el olvido. En algún instante, los hemos recordado a todos. A través de algún verso, de alguna expresión, a través de alguna anécdota.

Ha pasado una semana desde la última clase del taller de primavera. Y lo celebramos con un recital.

Y lo hicimos por todo lo grande, como se deben celebrar las despedidas, aunque la distancia vaya a ser corta y el reencuentro esté a la vuelta de las vacaciones.

El lugar no era el de siempre. Abandonamos por un día la clase que ocupamos cada semana para trasladarnos a la bodega, cálido espacio situado en el sótano.  Un lugar bello, acorde a nuestros poemas. Acogedor y familiar porque estábamos en familia. Nosotros y quienes quisieron y pudieron acompañarnos: familiares, amigos, excompañeros que no nos han perdido la pista y querían disfrutar de nuestras creaciones. Formar parte de todos esos sentimientos recogidos a través de los versos.

Cada uno con su estilo, con un tema diferente, en ocasiones el mismo, con sus dudas y temores. Cada uno con su ilusión, sus ganas, y sobre todo con el esfuerzo de todo un trimestre o tal vez más. Hay quien ha estado más inspirado estos meses y ha aportado más, y hay quien, como yo ha acusado una sequía poética salpicada en raras ocasiones por una débil borrasca de ideas. No tiene demasiada importancia. No siempre se puede estar inspirado.

"Por esta sequía pasamos todos", escuché de labios de Daniel Aldaya, poeta coordinador del taller que nos dedicó unas bonitas palabras destacando aquello que nos identifica a cada uno de nosotros y animándonos a seguir creciendo, aprendiendo, a continuar siendo los mismos con un corazón soñador y una pluma en la mano rasgando el papel con firmeza y plasmando con suavidad esos pedacitos de nuestro interior cargados de dulzura, de dureza en algunos casos. De vida en todos.

Con esperanza.
Con alegría.
Con amor.

Porque en todos los poemas está encerrado el amor. De diferentes formas, con perspectivas diversas.

Cada uno desnudó su alma, nos contó lo que esconde dentro.

Y entre todos los asistentes, uno especial: Alejandro. Con poco más de tres meses fue protagonista de esa velada. Ya lo había sido anteriormente. Ya tenía un poema antes de nacer. Se lo dedicó su tía María José cuando aún estaba dentro de su madre. Nos emocionamos en su momento cuando lo leyó y supimos la historia que encerraba, porque todos encierran una historia envuelta en unas palabras que a menudo esconden su significado. Lo realmente bonito es desenterrarlo a través de la lectura. Sentir y compartir lo que ha querido decir el poeta. Alejandro, que estuvo dormido casi todo el rato, abrió los ojos al escuchar la voz de su tía, al escuchar esos versos que ella le ha recitado en más de una ocasión.

Olga sintió la necesidad de escribir sobre esa noche, sobre ese momento concreto que estábamos viviendo y lo recitó con su dulce voz. Óscar nos recordó por qué es poeta, aunque más de una vez ha dicho que él no eligió serlo. Puede que ninguno lo hayamos hecho o a lo mejor todos hemos querido hacerlo. En cualquier caso, nos alegramos de que la poesía le escogiera a él.

Ana, ejemplo de superación, nos hizo partícipes de su vida, de los momentos más duros acontecidos en el pasado. Momentos a los que ha hecho frente junto a su marido, Juan Carlos, compañero también del taller y apoyo constante.

José Mari, de los últimos en llegar a nuestros martes de poesía, compartió sus recuerdos, un dolor ya mitigado en parte pero tatuado en el alma. “Sin olvido pero sin sufrimiento ya”, como él mismo dijo. 

Y lo expresó con sinceridad, de manera sencilla. Con normalidad, como deben decirse las cosas. A menudo tendemos a hacer difícil lo fácil cuando es mucho más sencillo rodear los obstáculos que intentar saltarlos.

Andrés declamó un poema dedicado a un autobús, compañero de muchos viajes y echado al olvido en todos mientras José Antonio nos hacía ver lo importante que es seguir viviendo y la poca importancia que tiene que nos llamen viejos. De hecho, deberíamos sentirnos orgullosos, aunque en realidad no nos haga ninguna gracia.

Elena nos deleitó con tres bellos poemas que calaron hondo, que nos transportaron al sentido de sus palabras.
Tres situaciones distintas, tres voces distintas, tres mujeres distintas.
Poemas que hicieron que cerráramos los ojos y nos dejáramos llevar por el sonido de una voz serena, por unos versos cargados de emoción.

Teresa nos deleitó con un precioso poema de su último libro “Bancales de perfume” y Mikel erizó nuestra piel como siempre con su forma de declamar, con esa fuerza que transmite incluso aquello que no dice. Con ese estilo único de los poemas de su libro “Esquirlas” y con la belleza de unos versos en euskera que muchos no entendimos. Sin embargo, cuando se habla de emociones y sentimientos el idioma no cuenta, cuenta lo que se expresa.

Y así, uno tras otro, fuimos pasando todos, contando nuestras pequeñas historias.

Araceli con su estilo fresco, Pedro con su humor y su sonrisa perenne, Montse convirtiendo en poesía alguna de sus vivencias, 

Clara con su estilo sencillo y lleno de significado.
Uno de sus poemas terminaba diciendo:

“No, no sería igual
De no habernos conocido”

En ese instante pensé que nada habría sido igual de no haber entrado, aquel martes del mes de Octubre, en aquella clase.

Yo no sería igual. No me planteo cómo sería, pero me gusta cómo soy ahora.

No importan los nombres, importan las personas. No tiene importancia si me he dejado a alguien porque todos están presentes, aunque no me gustaría haberlo hecho. Echamos de menos a los que no pudieron asistir.


Y llegó la despedida. Y nos hicimos esa foto que inmortalizará nuestra estancia en esa bodega durante ese corto periodo de tiempo.

Y se apagaron las luces. Y no dijimos adiós.

Dentro de un tiempo, quizás esté en otra estación, con otro destino, esperando para subirme en otro tren, o tal vez continúe el viaje a pie, por otras sendas y otros caminos. Sin dejar de seguir las huellas marcadas. Sin olvidar a las personas que han abierto ese camino y que han hermanado unas letras que han afianzado una amistad duradera.


Y siempre, sin decir adiós.


3 comentarios:

  1. Arancha, es una delicia poder leer esta crónica que me hace recordar a la perfección tantos momentos de ese martes aún tan cercano. Sobre todas las cosas me quedo con que se respira que este grupo te ha calado en el alma y todo lo que escribes de él es desde tu parte entrañable. Me siento afortunado de pertenecer a este grupo con el que he caminado con mi poesía y sobre todo con mi corazón dirigido a todos vosotros

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  2. Gracias Arantxa, nos dejas una,sonrisa y unas palabras tan tan bellas,forman parte de nuestra vida, ese sentimiento de nuestros queridos martes y de este grupo tan tan entrañable, maravilloso y exquisito...
    Muchas gracias por compartir y sentirlo tan bonito ...
    Un abrazo fuerte fuerte

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  3. Gracias, Arantxa. Ha sido una grata sorpresa tus palabras y fotos. Yo que me fui pitando, responsabilidades que tiene una, sentí esa noche con tristeza mientras mi cabeza reposaba sobre la almohada, que me tenía que haber ido con todos vosotros a tomar una cerveza.

    Un placer vuestra compañía y enseñanzas.

    Un amor el profe.

    Montón de besos para todos

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